REPORTAJES
Texto: Laura Caorsi
24/08/2004
Es poco probable toparse con alguien que camine desnudo por un centro urbano, pero tampoco es imposible; bastaría con que una persona se decidiera a hacerlo. Su paseo no tendría más consecuencias que despertar la curiosidad o el pudor ajenos, porque, por muy llamativo que resulte, no es ilegal. Desde 1995, es lícito andar sin ropa por los espacios públicos de España, y este argumento es una bandera que comparten todas las asociaciones naturistas del país. Ese año, con la aprobación del nuevo Código Penal, el escándalo público dejó de existir como delito. «Está claro que el nudismo es plenamente legal en cualquier escenario público y en cualquier situación», explican. «Sólo pueden amenazarnos con el delito de exhibicionismo y provocación sexual, argumentando que hay menores presentes. Pero por el simple hecho de practicar nudismo no hay intención sexual alguna; por lo tanto, no se puede aplicar en este caso», agregan.
Sin embargo, pese al amparo de las leyes, el naturismo continúa relegado a lugares muy concretos –playas señalizadas o complejos turísticos específicos– y, aún hoy, se lo sigue asociando a términos peyorativos como desvergüenza o perversión. El estigma de los nudistas es que son demonizados o, por el contrario, tratados con banalidad.
LA ETIQUETA DEL DESNUDO
Una de las cosas que más le puede molestar a un nudista es la presencia de un mirón. Los naturistas suelen hacer hincapié en que su actividad no tiene nada que ver con el exhibicionismo, con lo cual, la persona que se acerca a husmear sobra. Cuando perciben que alguien los observa con lascivia, comienzan a dar palmas. El aplauso conjunto no es un premio al fisgón, sino una forma pacífica de ponerlo en evidencia y hacerle saber que está de más.
Como todo grupo social, los nudistas se rigen por normas que, incluso, están expresadas en un decálogo. El respeto al medio ambiente y a los demás es un pilar fundamental, y la comprensión hacia quienes no comparten su actividad, también. Destacan que jamás impondrán a otra persona la práctica del naturismo y que sienten inquietud por el ecologismo, la naturaleza y los cambios sociales. Y, para las ocasiones especiales, también tienen ‘etiqueta’. Después de la piel, el mejor vestido para un nudista es una simple toalla, que se utiliza por razones de higiene cuando están sentados a la mesa.
SER TEXTIL O ANDAR EN CUEROS
En el escrito se describe al naturismo como una práctica liberadora. Estar desnudo elimina las diferencias de status marcadas por la ropa que se viste. El estrés disminuye, porque «no hay nada que ocultar» y, al conocer el cuerpo humano normal, se evaporan las «expectativas fantasiosas». La simple desnudez no erotiza, «pero la ropa sí» porque acentúa las diferencias entre los sexos. Para Bacher, «la moda se basa en el sexo de manera arbitraria» y hay casos en que ha sido «dañina». Un buen ejemplo es el corsé. Entre las muchas razones, la tolerancia es la primera. Los nudistas creen en la aceptación del otro tal cual es, sea textil o ande en cueros. Y si el respeto es mutuo, mejor.
MIGUEL ÁNGEL CASADO
NATURISTA
«Todavía hoy te sientes más seguro en grupo»
Miguel Ángel y su señora son naturistas desde 1976. «Llevábamos dos años de casados y nos gustaban los baños de aire y de sol». Y aunque aquello comenzó como una práctica de pareja, creyeron que era mejor estar arropados por un grupo y se sumaron a ADN (Asociación de Desarrollo Naturista). «Cuando todavía vivía el caudillo, el nudismo no sólo era pecado mortal, sino que te metían preso o la gente te arrojaba piedras –recuerda–. Hoy no es así, pero uno se siente más seguro si está con otros».
El matrimonio, de 56 y 51 años, destaca que el naturismo es una práctica familiar donde «es común ver a dos generaciones juntas», pero lamenta que a veces su actividad sea malintepretada. «Alguien que lo vea de fuera podría decir: ‘vaya, ¡qué guarros!’. Sin embargo, a nosotros nos preocupa mucho la higiene. Nos preocupamos por las playas, el cuidado del cuerpo y el lugar donde nos sentamos», sostiene.
«Tengo sentido de la vergüenza. Pero no por estar desnudo –dice–. Veo más exhibicionismo en el típico bañador que marca paquete, y una mini me pone como una moto». Para Miguel, tener algunas partes tapadas «es terrible e insano». El bañador se llena de arena y «para estar haciendo la pantomima de cambiarme a cada rato, mejor me quedo en pelotas». ¿La pareja pierde la líbido por estar siempre desnuda? «Todo lo contrario. La carga erótica es más explosiva. No te lías en la playa, pero en casa te echas dos siestas; una de mañana y otra por la tarde, ja ja».
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